domingo, 21 de enero de 2018

Los nueves días: más que un lugar de recogimiento y oración, una fiesta de apaga y vamonos


La práctica religiosa de guardar los nueves días después de la muerte de un ser querido, o algún conocido, es una ceremonia muy antigua la cual en sus orígenes no tenía un sentido cristiano como en la actualidad. Los romanos y griegos ofrecían oraciones a sus dioses por sus difuntos durante nueve días. Y aunque los primeros cristianos siguieron la costumbre, en cuanto al número de días, ya no lo hacían con el mismo ánimo y de la misma manera de los romanos o griegos, sino fundamentados en la fe en Cristo.

La iglesia católica apoyándose en el texto bíblico de macabeo, “2 12, 38-45” en que Judas fue a recoger con su ejército unos soldados que habían muerto en combate, cuando levantaron los cuerpos debajo de la túnica de los soldados, encontraron objetos consagrados a los ídolos, algo prohibido por la Ley. Los soldados oraron a Dios por el perdón del pecado de sus compañeros fallecido. Partiendo de este texto y otros la iglesia católica ha estado orando por el perdón de los pecados de un ser querido, especialmente durante el novenario, en el cual se reza el santo rosario con lectura de la palabra de Dios y cánticos. “Son unas prácticas devocionales de oración tanto de preparación, alabanza y gratitud como de intercesión en el caso de los difuntos” (Henri Vargas)

Sin embargo, la celebración de los nueves días, especialmente el último, más que la conmemoración de la partida de un ser querido, es una fiesta parrandera… en la que se mezcla alcohol, juego de dominós y conversación no aptas para menores de edad. Irrespetando totalmente el dolor de los dolientes. 

Con el cuerpo presente en una funeraria a nadie se le ocurría de comenzar a beber, jugar dominós, etc. Es un ambiente triste, no hay espacio para las diversiones. Más al cumplir los nueves días las familias todavía tienen las heridas y el dolor muy reciente, por consiguiente, debe ser la misma actitud de respeto dado el día del fallecimiento como el resto de los nueves días. 

Es cierto que el último día, de un novenario ,se convierte en un espacio de reencuentro, amigos, familiares que duran años sin encontrarse; más la muerte de un familiar o amigo los une. Sin embargo, eso no justifica irrespetar el dolor de los familiares. Pues no tenemos una cultura hindú en que la muerte de un ser querido es motivo de alegría, si fuera nuestra tradición, escribir esto estaría de más; pero nuestra cultura es que cuando nace una persona es motivo de alegría y se celebra, más cuando muere es tristeza y recogimiento. 

La misma persona que dice la popular frase: te acompaño en tus sentimientos, es la misma que disfruta de unos pasos de bachata con dos pequeña al lado de una silla, a pocos metros de la casa en que hay un grupito de doña rezando, es una hipocresía total. 

Mas no puedo terminar, sin escribir  sobre el gasto excesivo durante esos días, dejando en muchos casos a la familia sumergida en una deuda, solamente esta situación es evitada por la generosidad de amigos, familiares y vecinos. En los campos se matan animales, ya sea, cerdo, vaca, para alimentar una multitud, los cuales algunos asisten, no para acompañar a los dolientes, sino para no encienden la estufa y aprovechar la comida dada. En la capital se ha venido adquiriendo la práctica de empezar los nueves días luego de la doce del medio día, así evitando incurrir en un gran gasto económico, solamente limitándose en dar de comer a los familiares provenientes del interior del país y un pequeño brindis para los asistentes en general al finalizar los rezos.

Orar por los difuntos es una tradición religiosa-cultural que es necesaria, y la cual ayuda espiritualmente al difunto como a los familiares . Más el irrespeto al dolor ajeno provocado por personas allegadas, incluyendo a familiares lejanos, los cuales incurren en práctica indecorosa, ya mencionada. Banalizando y vandalizando la práctica espiritual, provocando con el paso del tiempo, la pérdida del sentir de los nueves días. El cual es un ambiente, de oración, reflexión, dolor y acompañamiento... No una barra clandestina. 

Por: Geuris Castillo. 


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